Nada dura para siempre: ni el más largo de los abrazos; ni la más amarga tristeza; ni la más divertida risa; ni la más profunda sonrisa; ni esas tardes con tus amigas; ni la más romántica velada con tu novio; ni siquiera esos enormes helados de hielo que te dejan la lengua hinchada; ni el más eterno bostezo; ni el más largo de los hipos; ni aquellos cafés sin callar; ni el más gordo de los libros; ni la más interminable película; ni el más insufrible de los diciembres... Ni por supuesto, el más bonito de los amores. Todo se acaba, se termina; pero nada desaparece.